En los tiempo actuales no existe region en el mundo que no esté contaminada por la corrupción, lamentablemente en América latina la corrupción está descontrolada y es la razón por la cual tenemos la diversidad de riesgos como una consecuencia de causa-efecto.
Estos riesgos deberían combatirse con leyes, pero donde se debe implementar, crear o modificar dichas leyes también hay corrupción, y por otro lado quienes deben aplicarla en el campo para detectarla y capturarla no solo han sido contaminados con la corrupción sino que, si realizan esta tarea con eficiencia de acuerdo a sus funciones, están expuestos a ser castigados por la ley, es decir, la corrupción en su máxima expresión.
Bajo este escenario, las empresas privadas deben lidiar con este flagelo, lo cual dificulta la operación en cuanto a excesos de controles por parte de los entes reguladores, demoras en los permisos, inspecciones reiterativas, documentos sin responder, dificultad para solicitar reuniones de trabajo, escasa flexibilidad, y una serie de situaciones cuya razón para ellas no tienen explicación lógica, lo que podría interpretarse en algunas o en muchas situaciones como una presión para generar un ambiente de corrupción, y justamente no evidenciar las alarmas y seguir el juego materializaría la normalización de la corrupción.
En ese contexto, al tratar de salir de dicha situación, se corre el riesgo de ser tentados de cruzar la línea de tráfico de influencias, lo cual es corrupción. En consecuencia, para mitigar el riesgo que las empresas y sus trabajadores sean tentados o involucrados en temas de corrupción, deben desarrollar y asegurar la capacitación y el compromiso de sus integrantes en todos sus niveles con el Código de Ética, normas de Conducta, normas de Compliance, Gobierno Corporativo entre otras.
Luis Molina
Director Ejecutivo
M&M Security Audit – Consulting Group
www.mymsecurityaudit.com